La riqueza de nuestra flora causó impresión en los conquistadores, al punto que inspiraron frases como: «La salubridad y la benignidad del clima de Nicaragua, la excelencia de sus aguas, la fertilidad del suelo… el sabor de sus frutos exquisitos…» (Las Casas en Pector, 1889: 178). Reflexionando sobre el tema, me surge la necesidad del cono-cimiento sobre los recursos naturales en que se desarrollaban los indígenas antes de la llegada de los españoles.
La principal fuente en la materia es el libro “Historia General y Natural de las Indias, Isla y Tierra Firme del Mar Océano”, cuya parte nicaragüense fue documentada por Gonzalo Fernández de Oviedo, en 1528; cuando residió 20 meses en la incipiente provincia de Nicaragua, con el cargo de secretario del Gobernador, Diego López de Salcedo, antecesor de Pedrarias Dávila.
Las crónicas de Oviedo, fueron publicadas parcialmente en España, en 1535 y 1547, pero su primera edición completa es la de 1851-1855. En Nica- ragua, se publicó con el título de “Nica-ragua en los Cronistas de indias N° 3”, en 1976. Esta es la mejor referencia sobre aspectos naturales, étnicos del país, para el siglo XVI. Su importancia se fundamenta en el detalle de las descripciones y el testimonio ocular, a diferencia de la mayoría de los cronistas, que copiaban de otros o escribían los relatos de los viajeros de la época.
Un análisis de las descripciones de flora y las respectivas correlaciones con datos científicos e información tradicional, permiten identificar en Nicaragua, 36 especies vegetales domesticadas del siglo XVI. Esa cantidad representa el 15% de las 242 especies domésticas y autóctonas, reportadas por Marena (2000). Dieciocho de ellas eran utiliza-das para alimentación, 12 para industria artesanal, 5 para la construcción y 8 para medicina natural. En granos básicos, sobresalen el maíz y los frijoles. Otros productos agrícolas son: el cacao, el henequén y el algodón. Como árboles frutales figuran diez (ver cuadro adjunto). No se mencionan el coyol, la granadilla, el acetuno y el capulín.
La identificación del “Paco” no fue posible. Cuya fruta es un poco mayor que un puño cerrado, de color pardo o verde, redonda y parece membrillo. La corteza es como una granada, pero más blanda, con carnosidad envuelta en es-topa que está pegada y no se quita de la semilla. Mordiéndole se saca la carne y queda la estopa. El árbol es más alto que el nogal de España, (Oviedo 1976).
Una planta importante para los grupos prehispánicos era la palma con la que preparaban los techos de las casas. Las palmeras son difíciles de estudiar debido al inconveniente de preparar las muestras para el estudio a causa del tamaño de sus hojas, de sus flores y de sus frutos. Dos familias están presentes en la región: Arecaceae con 20 géneros y 41 especies y Cyclanthaceae con un género y una especie.
Gracias al análisis de espectro infrarrojo, se ha identificado el árbol para hacer imágenes prehispánicas en resina: Hymenea courbary. La resina era comerciada en forma de materia prima o como producto elaborado, (Langen-heim y Balser 1975). De 14 piezas de resina analizadas una era de Nicoya y 6 del Atlántico, ellas tienen igual espectro infrarrojo. El árbol de H. courbary crece naturalmente en el Pacifico, por lo cual se concluye que la resina era producida en el Pacifico y luego transportada al Atlántico para su utilización cultural.
Los antiguos habitantes poseían amplias nociones sobre su entorno natural, ese conocimiento, producto de muchos años de transmisión oral, favoreció la adaptación y la supervivencia de los conquistadores.
Dr. Rigoberto Navarro Genie
www.rigobertovvarro.net
Consultor independiente para investigación y Capacitación en temas de Antropología, Arqueología y Museos. Poseedor de un Doctorado en Prehistoria, Antropología y Arqueología de la Universidad Sorbonne de Paris.